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El gran desafío de los derrotados en las municipales 2012

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Por Héctor Morales

El 21 de marzo de 1992, enfrenté un fracaso que considero fue el castigo a la soberbia que había en mi corazón.  Esa mañana, frente a las circunstancias que vivía, mi esposa me dijo una frase que marcó profundamente mi vida: “De ti depende que esta derrota se convierta en una victoria”. Recuerdo que lloré amargamente al ser confrontado con esta frase, pero 60 días más tarde mi vida había cambiado completamente, por cuanto todo aquello que fue la causa de mi derrota se transformó en el principal eje de cambio y transformación, lo que me consolidó como profesional y me enseñó a sacar lo positivo de cada momento, sea bueno o malo.

Cuando recién terminan las elecciones municipales, son muchos lo que celebran el triunfo de sus candidatos, mientras que otros se encierran en el dolor de la derrota, especialmente si las expectativas eran demasiado altas respecto a los resultados que obtendrían.

En esta columna no espero demostrar ni explicar las causas de las derrotas o victorias de los candidatos, sino hacer reflexionar a vencedores y vencidos sobre las promesas que deben a sus electores.

Ayer, bajo la euforia de la celebración, eran muchos los que descalificaban a quienes habían sido derrotados en las urnas, con términos peyorativos que contradicen el espíritu democrático que deben tener los vencedores de respeto a los vencidos. La fiebre del triunfalismo suele nublar la razón.

María Angélica Astudillo, ganó por más de un 54 por ciento de los votos. Pero hay algo que no debe olvidar: ha sido electa alcaldesa del 100 por ciento de los unioninos, y que existe más de un 46 por ciento que prefirió la propuesta de Roberto Grob como candidato a alcalde y también debe responder a las expectativas que ellos tienen.

En honor a la verdad, la recién electa alcaldesa debe tener mesura frente a la victoria obtenida, por cuanto la gran mayoría de las personas que la eligieron tienen altas expectativas en la gestión que su esposo, el diputado Enrique Jaramillo, es capaz de realizar y sobre lo cual existió un voto de gratitud, lo que reconocía la gente en las poblaciones. Ahora, ella enfrenta el desafío de demostrar que es una persona con capacidades de construir equipos unitarios, apoyándose en todos los concejales electos, tal como lo ha dicho en sus primeras declaraciones luego del triunfo, porque es la única manera que a esta ciudad le vaya bien y salga del letargo en el que se encuentra.

Alguien dijo que las elecciones no se pierden ni se ganan, sino que se explican. Por eso, en La Unión, llegó el tiempo del análisis, de la autocrítica, del reconocimiento de los errores y de comprender por qué la gente optó por una opción y no otra, y salir de la actitud del caracol que se encierra en su caparazón. Esta ciudad no está acostumbrada a la crítica, por cuanto la ve como ataque. Pero, he aprendido que en la vida los mejores amigos no son aquellos que zalameramente me golpean la espalda y me dan el amén en todo, sino aquellos que marcan los errores fuertemente, aunque duela. Pero, nos hemos acostumbrado a vivir con la palmada en la espalda de los hipócritas y zalameros de turno, que consienten en todo lo que decimos, sin atrevernos a reconocer que muchas veces podemos equivocarnos y ellos nada nos advierten.

Entre los derrotados hay 23 candidatos a concejales y un candidato a alcalde, los que tienen la obligación de demostrar a la ciudadanía que sus propuestas eran sinceras, y que son capaces de construir desde su posición de ciudadanos comunes y de aportar al desarrollo local sin ostentar un cargo. Les queda el desafío de demostrar que no pelearon por una posición o cargo, sino por ideales comunes en los cuales creyeron los que votaron por ellos.

Un alto porcentaje de los unioninos votó por candidatos a concejales que fueron derrotados, y ellos esperan que sus aspiraciones también sean escuchadas y canalizadas, pero queda la duda si los que fueron electos sabrán responder a ese alto porcentaje de votos que optaron por un candidato diferente.

Un 46% de los unioninos dijo que prefería a Roberto Grob por sobre María Angélica Astudillo, y ellos necesitan saber si la propuesta en la que creyeron era real a no, o era una simple promesa de campaña. Ellos creyeron en una persona y sus ideas, no en un cargo.  Creyeron en una persona que prometió un futuro diferente y –obviamente- tanto la alcaldesa electa como el candidato derrotado, deben saber responder a ese alto porcentaje del electorado.

Una candidata a concejal dijo que ganara o perdiera seguiría trabajando igual con todos los sectores que se había comprometido, por cuanto estaba consciente que se debía a las personas que confiaron en ella favoreciéndola con su voto, y que podía servir a los demás con corazón sincero, sin condicionar esa ayuda a la obtención de un cargo. Eso es algo que debiera ser una constante en nuestra democracia.

Tanto Roberto Grob, como los 23 candidatos a concejales derrotados, deben demostrar que aquello que prometieron no fue solamente para captar votos, sino el interés real por hacer de La Unión una ciudad diferente, porque los cargos municipales no son las únicas plataformas desde las cuales se puede aportar al desarrollo.

En definitiva, de ellos depende que esta derrota se transforme en una victoria, por cuanto “el verdadero secreto del éxito consiste en levantarse detrás de cada caída”, y los unioninos merecen un mañana diferente.

Tanto a Roberto Grob como a los demás candidatos que perdieron, les asiste el deber de responder al electorado que votó por ellos, y quiero dejarles como pensamiento una frase de José Saramago: «La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva».

 

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