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A un mes de la partida de Nelson Schwenke

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Por Erwin Vidal Ribbeck

Gerente Corporación Cultural Municipal de Valdivia

El 22 de junio fue un día negro para la música popular, para Valdivia y el país. El cantautor nacional Nelson Schwenke (55) dejaba de existir, tras un atropello en la tarde del día anterior, en las intersecciones de Ricardo Lyon y Bilbao, en Santiago.

 

Con él, llegaba a su fin una de las agrupaciones que más renombre ha dado a la ciudad de los ríos, el dúo Schwenke & Nilo. Claves en el movimiento musical del Canto Nuevo, en la década de los ochenta lograron poner en la conciencia colectiva y en el cancionero popular una serie de melodías, temas y letras que trascienden hasta hoy.

 

Con treinta años de trayectoria, canciones como «Llueve sobre Valdivia”, “Mi canto» y «El viaje» -la mayoría escritas por el propio Nelson o fruto de la complicidad que mantuvieron con el escritor Clemente Riedemann-, los llevaron a recorrer el país y a encantar a las generaciones de esa época, con un legado que se extiende hasta hoy.

 

Tras conocerse en los talleres de música chilena de la Universidad Austral de Chile, en 1978 partió el viaje de este dúo que tuvo por primeros escenarios -aunque nunca abandonados del todo- las peñas y los eventos juveniles.

 

Nunca ocuparon las primeras planas en los medios de comunicación, sin embargo siguieron siempre regularmente editando nuevos álbumes. El último de ellos se preparaba para septiembre de este año e iniciarían estos días una nueva gira que partía por el sur del país.

 

De excepcional sentido del humor lo retratan sus cercanos, y nunca lo perdió aun cuando debió enfrentar su primer careo con la muerte en los ochenta, y el segundo, en los noventa. Pese a ello, Nelson nunca perdió la perspectiva ni la sensibilidad social que lo llevaron a ser considerado como líder de una de las agrupaciones más conscientes, lúcidas e intransigentes con los medios masivos en los días del Canto Nuevo.

 

La fórmula que diferenció a Schwenke & Nilo de otras alineaciones de la época, queda bien definida en la prosa de la periodista Cecilia Gutiérrez, en su crónica del 23 de junio en el Diario La Tercera:

 

“Versos de mayor vuelo, en un ejercicio casi inédito en la música local. Sus composiciones alcanzaron un alto estándar lírico y se convirtieron en piezas que llevaban el pulso de la oprimida vida universitaria y urbana de esos años, aunque con un sentido estético y musical más intelectual, alejado del pop más visceral de Los Prisioneros”.

 

Y agrega en otro enfoque, más personal, su amigo, director de cine y televisión, Jorge Leiva: “Nunca reclamaron. Ni exigieron espacio. Ni se quejaron. Viajaron dentro y fuera de Chile y ya llevaban ochos discos. Activo, creativo, vigente, su historia se interrumpió. En los ochenta sobrevivió un cáncer, pero un accidente le costó la vida. Esas partidas absurdas que no se entienden, que no se justifican, que no se aceptan”.

 

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