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¿Cómo lograr que los niños lean por placer y no por obligación?

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Por Miguel Flores

Psicólogo, docente Universidad San Sebastián

En el marco de un tratamiento para la obesidad indiqué a un niño que jugara con su bicicleta, corriera junto con sus amigos e hiciera toda esa clase de juegos que le hicieran transpirar, como una forma de fomentar el juego activo por sobre otros de menor gasto calórico. Como debiera habérmelo esperado, días después la mamá me cuenta que más que nunca, prefiere su playstation y su televisión.

Del mismo modo en que el crítico de cine que alguna vez amó ver películas o la vendedora de la chocolatería que prefiere que su novio le regale flores, la psicología establece claramente que las acciones placenteras, una vez que son tomadas como una obligación, pierden automáticamente su función reforzante.

Hablando de lectura como diversión, haciendo una pequeña encuesta entre mis colegas docentes en la Universidad, no recordamos en nuestro pasado padres obligándonos a leer o contándonos las bondades para la salud mental o académica de la lectura. Era algo que simplemente hacíamos, como parte de las formas de entretenerse, tan válido como cualquier otra forma de jugar. Es más, en mi caso, recuerdo una actitud preocupada de mi madre, fomentado que juegue a la pelota con vecinos, lo que, como era de esperarse, solo me sumió más en la fantasía de un país llamado Narnia…

Lo complejo de fomentar la lectura es que se ha vuelto una obligación. Sin querer, la sociedad adulta ha puesto a los libros en el mismo nivel del aceite de bacalao, el jarabe para la tos, aprenderse las tablas o ir a la iglesia. Es decir, hemos quitado el componente de entretención, como quien le saca el relleno de vainilla a las galletas de chocolate.

Entonces, ¿Cómo lograr que los niños lean por placer y no por obligación? Asegurándose que experimenten la lectura voluntaria como algo placentero antes que ésta se transforme en una obligación escolar. Que los adultos conversen en casa de lo que se lee, asegurarse de tener lugares cómodos para leer, así como las experiencias tempranas y el uso de la multimedia son fundamentales.

Así, primero que todo, conviene cambiar nuestro propio vocabulario frente al asunto: tentar, seducir, entretener o jugar, son palabras que suenan mucho mejor en la mente de un niño que fomentar u obligar.

 

 

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