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Aborto: mujer, libertad, igualdad y ley

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Parto por plantear mi posición respecto al aborto: Considero que las mujeres deben de tener la libertad de abortar los embarazos no deseados, aquellos que pone en riesgo su vida y en aquellos que el feto no tiene la capacidad de vivir extrauterinamente. Igualmente creo que esta materia debe de regularse por ley, y que esa ley debe de regular hasta el detalle el aborto en caso de embarazos no deseados, estableciendo requisitos, tiempos o épocas en los cuales es lícito el aborto, el establecimiento de centros públicos en los cuales las mujeres puedan realizarse un aborto de manera segura y, en general todas aquellas materias que digan relación con los procedimientos técnicos, médicos, acompañamiento psicológico y demás materias relevantes frente a un asunto de tamaña importancia.

Evidentemente mi posición es ideológica, pues parto de la base de que las personas gozan igualmente de libertades y derechos reconocidos o establecidos en las leyes. A partir de ello, considero, filosóficamente hablando, que las mujeres tiene una serie derechos en materia sexual y reproductiva, que van desde seguir su propia orientación sexual, hasta decidir en qué momento y con quien ser madres o si, en su defecto, no quieren serlo

Pues bien, en nuestro país, en los hechos, a las mujeres no se les reconocen estos derechos: primero, porque a pesar de que se encuentran reconocidos y amparados en una serie de tratados internacionales, nuestra Constitución Política no lo hace. Muchos papers académicos se han escrito sobre este tema, pero a final de cuentas nuestra realidad jurídica cotidiana indica que si no está en la Constitución, no existe, punto. En segundo lugar, porque en este país se encuentra penalizado el aborto, a secas, sin distinguir si se trata de aborto terapéutico, o del aborto de una víctima de violación: la mujer debe tener ese hijo, porque como lo dijo Sor Ena, “la mujer presta el cuerpo”. Y en tercer lugar, porque para poca gente, pero poderosa gente, como Sor Ena, con mucho dinero y gran llegada en la Nunciatura y la Iglesia El Bosque, da lo mismo lo que la razón nos diga: si el Sumo Pontífice, servo servorum Dei, dice que es malo, entonces es malo y para no dejar de ser menos, no solo es malo, es pecaminoso e incluso obra de Lucifer que se posesiona de los cuerpos de hombres y mujeres para blasfemar y atacar la santidad de vida humana y a la Santa Madre Iglesia, conspirando contra el supremo orden de la familia, la moral y la decencia. Y para algunos, como el Ministro Hinzpeter, también contra el orden público.

Digamos las cosas por su nombre: los estimados indican que se realizan hasta 200.000 abortos en Chile al año; que los delitos sexuales son lamentablemente de común ocurrencia en nuestro país y que incluso se comenten en las sacristías; que estar a favor de las mujeres tengan la posibilidad de abortar no significa ser un abortista y propiciar prácticas eugenésicas, todo los contrario.

Pero las “soluciones” dadas por los monseñores y los políticos de su rebaño son tan ilusorias y contrapuestas que merecen una pequeña mención: consideran que las mujeres que tienen un embarazo no deseado tiene siempre la libertad de dar en adopción. Compatriotas, si apenas somos capaces como país de entregar en adopción un par de decenas de niños al año, si sabemos que el sistema de protección de la infancia está sobrepasado ¿Qué haríamos con 200.000 niños en un año? Por otro lado, estos mismos personajes hacen llamados y campañas públicas oponiéndose a las clases de educación sexual, la distribución de métodos anticonceptivos en los centros de salud pública ¿Cómo pretenden evitar los embarazos no deseados? La respuesta querida feligresía: la abstinencia. Sin comentarios. Esa misma clase que condena el aborto y el sexo extramarital, ese mismo cardenal que rasga vestiduras y con voz infantil y rostro blando llama a proteger la dignidad de la vida humana, se hace el tonto cuando se trata de condenar a un abusador sexual, en atención a que “aporta muchas vocaciones a la iglesia”.

El tema aquí chilenos no es el pecado, ni la santidad del alma, ni la fuerza moral de los evangelios o del Corán o cualquier otro texto antiguo. El tema es que la mujer goza de derechos y libertades en igualdad al hombre, y que no se le puede de obligar a asumir estados o condiciones que no desea. Hablamos de mujeres que se encuentran sufriendo, no estamos hablando de mujeres que graciosamente quieren convertir la interrupción de un embarazo en un juego de salón o en una competencia de quién tiene más abortos en un año. Hablamos de fetos anencefálicos, de mujeres violadas o simplemente de una mujer que no se siente preparada para ser madre ni para encarar 9 meses de embarazo. Una mujer que aborta no puede ser considerada una delincuente. Una mujer que aborta no puede estar sometida al riesgo de la clandestinidad. Una mujer que aborta es una mujer que sufre y que de seguro seguirá sufriendo luego de concretado el procedimiento.

No digo que el aborto sea fácil, ni que exista un sistema que lo promueva. Tampoco digo ni sostengo que el embrión o el feto no tenga una potencialidad de convertirse en un ser humano, que lo tiene, pero si digo que entre un ser humano y una potencialidad de vida humana, se debe de privilegiar a ese ser humano, en este caso la mujer, sobre cualquier potencialidad.

 

Hernán Villar Cárdenas

Presidente Comunal Valdivia

Partido Radical

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