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Dar vida abundante

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Queridas hermanas:

En tiempos de apremios, cuando marzo nos recuerda el ingreso a lo ordinario de la vida, el Día Internacional de la Mujer nos enmarca en la necesaria lucidez que necesitamos para celebrar y tener en la mirada las realidades que siguen llamándonos a dar una respuesta urgente y decidida desde el Evangelio. Quisiéramos celebrar este Día con el gozo de reconocer la imagen de Dios en la persona de la mujer. Sin embargo, la realidad nos recuerda que muchas mujeres en nuestra región, país y en el mundo, siguen clamando por justicia, sanación y dignificación.

Jesús pone en el centro la vida a la mujer que padecía de hemorroísa. El Señor la sano para devolverla, no sólo a su grupo social histórico, sino a sí misma. Su reclamo tocó la túnica de Jesús. Muchas hermanas nuestras tocan también nuestras vidas y requieren de nosotros una ayuda material o espiritual.

Hoy no nos preguntamos por el aporte de la mujer en la sociedad, es un hecho que ha producido una de las transformaciones más sustanciales en nuestros tiempos. Humanizar nuestra sociedad y los sistemas que la conforman es el gran desafío para la mujer y “lo femenino”. Pero lo es también para todos nosotros. Ninguna sociedad puede ser parte de una verdadera civilización sino permite a sus miembros ser lo que están llamados a ser, realizar sus sueños y ser felices. El Día Internacional de la Mujer nos recuerda que no solo hay mujeres, sino varones, familias, grupos humanos que siguen sometidos a las crueldades de nuestros sistemas sociales que empobrecen, excluyen, violentan la vida de las personas.

Como a la samaritana, el Señor nos muestra la búsqueda de esos proyectos de vida que intentan encontrar la plenitud del amor, y que en él encuentran su fuente. Pero también nos invita a transformar los vínculos, y las relaciones que destruyen la belleza de todo ser.

Con gratitud y reconocimiento nos alegramos por la misión, servicio y liderazgo de la mujer en nuestra Iglesia. Su discipulado llena de esperanza el presente y futuro de nuestra vida eclesial. Es con la fuerza del ser y quehacer de ustedes, que la Iglesia se hace compañera de camino de la humanidad, especialmente en sus realidades más dolorosas. Desde lo femenino abrazamos al mundo con amor. Siguiendo el ejemplo de la Virgen María, que hace de su “sí” un proyecto de seguimiento, que permite a Dios abrazar lo humano y a la humanidad con su amor.

Como pastor, las animo a ser valientes en el anuncio de la buena noticia. Sean profecía viviente de un Dios que anhela la vida en plenitud para todos sus hijos e hijas. Sean también fieles en la búsqueda de su voluntad, para dar respuestas nuevas a los desafíos que hoy reclaman ser discípulas. Y sobre todo, amen con pasión todo lo que Dios ama en ustedes y lo que ama a través de ustedes.

Como la valiente Esther, como Ana que esperó contra toda esperanza, como María Magdalena, la primera testigo del resucitado, en fin, como ustedes mismas en toda la historia pasada y presente de la Iglesia. Miren, también con compasión las fragilidades de su Iglesia y ayúdenla a caminar hacia las bienaventuranzas. Celebramos con ustedes un día lleno de jubiloso reconocimiento y de compromiso reciproco.

Hermanos y hermanas, hagamos de este un Día para celebrar la vida, la vida de toda mujer, porque en cada mujer hay vida desbordante para la humanidad.

Les bendice con afecto de pastor,

Ignacio Ducasse Medina

Obispo de Valdivia

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