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La lucha por la educación en Chile y las ideologías

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Si algo me ha desencajado de todas las conversaciones, columnas, peroratas, discusiones y monólogos respecto al movimiento social por la educación, es que las posiciones de uno de los bandos es ideológica, como si esto fuera una acusación delictiva y que, por lo tanto, resta mérito de las demandas y banderas enarboladas. No puede resultar mas obvio que la posición desde la que parten quienes participan del movimiento, algunos de manera más activa y otros simplemente con sus buenos deseos, es eminentemente ideológica, así como es ideológica la minusvaloración del gobierno y de los sectores más conservadores que a su vez, y valga la reiteración; la tachan de “ideológica”.

Es precisamente la ideología política la que da el sustento filosófico necesario para cualquier movimiento social, más aun cuando hablamos de educación; pues en caso contrario convertimos el movimiento social en una lucha de voluntades (que es el principio del caos) y no en una lucha de ideas, que debe de ser la base del juego político democrático.

En este sentido, es necesario decir que en los extremos de la discusión hay dos modelos fracasados, precisamente porque son extremos y absolutos: por un lado tenemos una posición liberal smithsoniana, que plantea que la educación es un bien transable dentro del mercado y que como tal se somete al juego de la oferta y la demanda, existiendo productos para los distintos niveles de consumidores, producto al que se puede acceder en tanto cuanto se pague por él, no correspondiéndole al estado ninguna función relevante. Por otro lado se encuentra la posición marxista clásica que dice que la educación es un bien social, correspondiéndole al Estado ser el proveedor y fuente única de la educación, la cual debe ser igual para todos, definiendo, por cierto, el Estado que es aquello que se enseña y que no. Como queda claro, ambas posiciones materialistas parten de la base que la educación es un bien (de consumo para unos y social para otros), divergiendo en quien es el proveedor de este.

Ambas tesis son equidistantes de la postura ideológica de los radicales, que parten de la base, en primer lugar que la educación (o instrucción, mejor dicho), no es un bien, sino que es tanto un derecho como una herramienta de movilidad social, que debe de ser reconocido, amparado, auspiciado y sostenido por el Estado en su calidad de garante de la igualdad de derechos y oportunidades de los ciudadanos en la sociedad. Es desde allí que la tesis y el paradigma político del radicalismo se mantienen inalterables desde hace casi 150 años, al sostener que la instrucción debe ser pública, laica, gratuita y de calidad, sin desconocer la capacidad de los privados de sostener instituciones de instrucción, bajo la inspección fiscal pero sin su financiamiento.

Aclarada la base ideológica desde la cual escribo, me atrevo a decir que la gran mayoría nacional apuesta por una tesis como la que sostiene el radicalismo, pero esta posición se encuentra subyugada por los extremos ideológicos que se han enfrentado en la prensa nacional, deseosa de recoger los antagonismos de bandos irreconciliables, más que en ser voz de posiciones razonadas. Huelga decir el sesgo ideológico del duopolio periodístico nacional.

Así las cosas, antes que una lucha por becas mas o becas menos, antes que ponernos a discutir sobre si se debe de subir uno o dos puntos a tal o cual impuesto, antes de discutir sobre el aumento de las horas lectivas o incluso de la desmunicipalización; debemos de discutir sobre las bases ideológicas y políticas desde las cuales contendemos, pues así podremos revelar las caretas de quienes dicen defender a la clase media, los pobre y a la educación pública, pero que sólo les interesa su bolsillo o convertirse en fulgurante figura pública.

 

Hernán Villar Cárdenas

Presidente comunal Valdivia Partido Radical

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