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El casamiento de la tía Pily

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Por Jaime Bórquez Zuñiga.

¡Apúrate Kike!, exclamó mi mamá desde la puerta de la calle. Que me iba a apurar más, si recién me estaba poniendo los calcetines, así que no le quedó que esperarme por un buen rato. A regañadientes me peinó bien lengüeteado, pero sin gomina y se largó a la calle, tirándome de un brazo y con “yo” poniéndome mi chaquetita cruzada aún.

Mientras caminábamos mi mamá me dijo: ¡Camina rápido, mira que la Pily nos tiene una noticia bomba y nos está esperando! Ahí entendí recién la premura de mi santa madre, otra vez era la tía Pily, ¡quizás que cosa se le habrá ocurrido a esta loca ahora, Kike! decía mi madre, algo así como hablándole a nadie, porque a mí no era, ya que miraba como para el cielo, a lo mejor se lo decía a Diosito para que se apiade del alma de la tía Pily…

Al llegar a su casa, nos hizo pasar muy contenta, a mí como siempre me apretó la nariz y me dijo ¡hola ñatuquito! Y a mi mamá le dijo, ¡gallaaaaaaaaaaaa, no sabís naaaaaaaaaa, me casoooooooooo!, y se largó a reír a mandíbula batiente. Mi mamá me miró como diciendo “ahora sí que se rayó la Pily” e hizo un gesto tocándose la sien derecha. Ahí se largó mi tía: ¿Te acuerdas gallaaaaaaaa que empecé a enviar cartas a la gente en la Revista Ritmo?, Sí dijo mi mamá, sin decir palabra, sólo con la cabeza de arriba para abajo y de abajo para arriba… Y así se quedó durante toda la historia de la tía. ¡Es que no te imaginaiiiiiiiiiiiiii!, seguí todos los consejos del “gato Yoyo” y cayó un viejito en mi red y como ya está que me “deja el tren”… ¡Me caso! Lo del tren no lo entendí mucho a decir verdad, a lo mejor el “viejito” de la tía Pily trabaja en Ferrocarriles, pero como la historia estaba entretenida, me quedé calladito el “loro”. Así que como mi familia está en el norte, tú serás mi madrina, me ayudarás en todo los preparativos y obviamente Kike será mi paje.

¿Qué es eso?, atiné a preguntar, a lo que la Pily muy suelta de cuerpo me dijo: ¡a ver Kike, eso es una antigua tradición que aún sigue vigente en la ceremonia religiosa y es que la novia entre a la iglesia acompañada por los miembros más pequeños de su familia, llevando la cola de la novia o los anillos, dando un toque tierno y dulce a la ceremonia. A estos niños se les denomina, los pajes y las damitas. Lo ideal es contar con una damita y un paje, no más y que sean entre los 3 y los 8 años de edad. La entrada de los niños a la iglesia genera una atmósfera mucho más fresca y alegre a la ceremonia!

Como no entendía mucho, empecé a mover la cabeza igual que mi mamá o sea de arriba para abajo. Me mandaron a ver “Tele” y ahí la tía Pily le contó de todos los pormenores de cómo conoció a su flamante novio. Que era viudo, “palobreso”, no tenía hijos, que quedó maravillado con ella y que le regaló un anillo con una piedra más grande que las que tiró el volcán Carrán en su última erupción y obviamente, se largó a reír nuevamente a mandíbula batiente.

De ahí empezaron a revisar una tremenda cantidad de revistas: Rosita, Vanidades, Ritmo y de modas, con tal de pillar el vestido de novia, a lo que mi mamá le dijo con mucha gracia “Y de blanco la patuda” y se largaron a reír las dos. Que yo sepa todas las novias se casan de blanco, así que no le encontré ninguna gracia a su chiste. Los adultos se ríen por puras leseras.

De ahí vinieron todos los preparativos, buscar la Iglesia, mandar los partes, contratar el servicio, el local, el personal y la orquesta para la fiesta, la torta, el ramo, el fotógrafo, el auto adornado y con latas arrastrando, la luna de miel, la ropa para el paje y la damita y por supuesto, el vestido y el velo. Mi mamá como era madrina, empezó a juntar hartas monedas y arroz, el primero era para tirarles a mis amigos que siempre piden el “alto padrino” y el segundo se les tira a los novios, cuando ya no son novios o sea cuando el curita ya los hizo marido y mujer y van saliendo de la iglesia.

La noticia del casorio corrió como reguero de pólvora en el barrio, todas las vecinas le preguntaban a mi mamá si estaban invitadas, a mí no me gustaba mucho, porque a espaldas hablaban mal de mi tía Pily, diciendo que quizás qué cosa le hizo al viejito para casarse con ella… Pero la tía Pily como es buena, igual invitó a la mayoría para que la “pelen” con ganas. A mí me llevaron a las pruebas de mi traje donde una modista de alta costura, lo que me dio más risa, porque la señora era más baja que yo. Me probó un traje igual que un pingüino, con una cosa en el cogote que se llama humita, pero no es de choclo, sino de género y unos zapatos de charol. La tía Pily me dijo que me veía más lindo que el príncipe de no sé dónde. A mi mamá le corrió una lágrima al verme y a mí me pareció ridículo mi nuevo atuendo. Lo único que pensaba, era que ojalá a mis amigos no se les ocurra ir a mirar el casorio, porque no me iban a soltar más de molestarme.

Y llegó el gran día: mi tía Pily se vistió en mi casa, se veía más re linda. Al final se puso el velo y una cola de como 100 metros, que yo por ningún motivo tenía que pisar. De repente llegó el auto adornado con flores naturales y unas cintas de color blanco. El chofer andaba vestido parecido a mí, nos abrió la puerta y después que entramos la cerró. ¡Buenas noches! nos dijo, ¡estoy a su servicio y mi nombre es Jaime!, no sé por qué, pero me largué a reír. Estábamos a punto de salir cuando llegó la vecina Frida, diciendo que el pobre viejito estaba esperando como una hora. La tía Pily dijo ¡mi pobre viejito, se nota que me quiere! y se largó a reír. Jaime puso en movimiento el auto y nos fuimos rumbo a la iglesia.

Al acercarnos a la iglesia, la calle estaba llena de gente, una señoras arregladas para fiesta y otras no, las primeras eran invitadas y las segundas fueron a puro copuchar. Después de harto tratar, el chofer Jaime logró llegar a la entrada de la Iglesia, al viejito que estaba parado hablando con el padre Remo, se le alegró la máscara. La gente entró a la iglesia, se bajó la tía Pily del brazo de mi mamá y yo detrás con un canastito que llevaba los anillos.

Al entrar a la Iglesia, se empezó a escuchar una música que no era la típica de los otros casamientos a los que yo había ido a intrusear. El cantante de la música se llamaba Antonio Prieto y cantaba, “Blanca y Radiante va la novia, le sigue atrás su novio amante…y lalala” Yo cerré mis ojos para no ver a mis amigos, que me miraban con cara de asombro, no sé si por mi ropa o por la damita que llevaba al lado… y que era la encargada de llevar la cola del vestido.

El padre Remo la hizo cortita o yo por los nervios, no me di cuenta cómo pasó el tiempo.

“Los declaro marido y mujer”, les dijo. El viejito besó a la tía Pily, los invitados y los intrusos aplaudieron y empezamos a salir entre un mar de gente. Afuera, los amigos del viejito estaban como haciéndole un pasadizo, las vecinas empezaron a tirarles arroz a los novios, perdón al matrimonio y mis amigos a pedir el “alto padrino”. Empezaron a llover las monedas, nadie me molestó, entramos al auto y partimos a la fiesta.

De la fiesta no me acuerdo mucho, ya que los niños nos vamos a acostar temprano, sólo sé que luego mi tía Pily se fue de Luna de Miel a Bariloche por una semana, vía Todos los Santos. Como al año, el viejito enfermó y la tía Pily quedó viuda.

Y las vecinas, las que fueron y las que no fueron al casamiento copuchaban diciendo que: “Pobrecito quizás qué cosa le hizo la Pily al viejito, que lo llevó a la tumba.”

 

 

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