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Día de la Madre (Relato de un niño de 7 años en los años ‘70)

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Por Jaime Bórquez Zúñiga.

El año seguía en forma normal, ya había pasado la muerte y resurrección del niño Jesús, que siempre viene junto a la “Pascua del Conejo”, también el día en que los papás no van a trabajar; ya la señorita Olga nos había pedido los materiales para realizar nuestros trabajos para el mes del mar, que se celebra el 21 de Mayo y también los materiales para la fecha más importante de éste mes, el día de la mamá, que casi siempre es el 10 de Mayo.

 

Por lo general “y a veces” le hacíamos de regalo unas lindas tarjetas adornadas con porotitos, lentejas y fideítos pintados de colores, adornadas con unas rositas de género, algunas flores secas y el arreglo final lo hacía la señorita Olga, que le ponía el “Feliz día Mamá” en forma bien escrita y con un lápiz que escribe con oro que sólo ella tiene.

 

¡Mis queridos niños!, nos dijo, ¡éste año le vamos a confeccionar a sus mamitas unos lindos pergaminos! y ella como es tan buena, como nuestra segunda mamá, había comprado para todo el curso unas hojas de papel bien lindas, cintas de regalo y unos palitos de helados. Sin embargo en forma muy simpática nos dijo: ¡Como tarea tienen que escribir el contenido del pergamino!, para nosotros al principio no fue ningún chiste, porque esa era una trampita de la señorita Olga, sin embargo se nos pasó al tiro porque, si es para la mamá, hacemos cualquier cosa.

 

Es tan difícil escribir para lo que uno más quiere como lo es la mamá. Me demoré como hasta bien después del Topo Gigio en terminar mi escritura, sin embargo parece que mi mamá sabía que estaba escribiendo algo para ella, porque no me dijo nada de nada y hasta me convido una taza de té.

 

Al otro día la señorita Olga preguntó que quién quería pasar a leer su escrito antes de “enplasmarlo” en el pergamino. Mis compañeros se pelearon por pasar a leer el suyo, al punto que la misma señorita Olga eligió algo así como a los más representativos. Primero pasó el “gordito” Valenzuela, después la “Romerito” que había perdido a su mamita hacía poco, luego Roberto Godoy, el “flaco” Velásquez, el “Pancho” Bernier, la “Dina” González, el “Chico” Cárdenas, el “Negrita” Rodríguez, el “Guayo” Gallardo y el “Tito” Hinostroza. La Juanita Millalaf no pudo pasar, porque se puso a llorar por su mamita que también se había ido al cielo…

 

De pronto la señorita Olga se paró y nos dijo que una de las mamás de nosotros en persona, nos iba a contar lo que un compañero del curso quería decir, pero no podía…así, le abrió la puerta de la sala de clases y apoyada en sus muletas, entró la mamá de “Patito”, la misma señora de la que muchas veces nos reímos porque caminaba raro o por la que también molestamos en forma burlesca a “Patito”. Nos miró a todos con una cara muy tierna y se sentó en una silla adelante. La señorita Olga la presentó y le dio la palabra.

 

Ella nos saludó en forma muy cariñosa y nos dijo:

 

¡Hola niños y niñas!, en primer lugar les agradezco por ser amigos de mi “Patito” y por ese mismo cariño que le tienen, vengo a compartir con ustedes algo que me pasó hace unos días. Ese día mi Patito llegó muy triste a casa, ni siquiera quiso comer unas papas fritas que le había preparado y eso es muy raro en él, ya que es bien golosito… le fui a preguntar a su pieza qué era lo que pasaba. Mi niño estaba hecho un mar de lágrimas, lo que a mí me dio mucha pena, después de un rato de llorar se atrevió a decirme lo que le aquejaba. ¡Mamá estoy aburrido de que mis amigos me molesten porque tú eres coja y caminas con muletas!, ¿por qué no eres normal como todas las mamás? Me puse a llorar con mi niño, no por mí, ni por lo que me aqueja, sino porque a veces las personas hablan de cosas que no conocen…ahí le conté una historia que ahora quiero compartir con ustedes…

 

Yo nunca había sido así, no nací así, gracias a Dios la “Poliomielitis” nunca me afectó. Crecí normalmente como lo están haciendo cada uno de ustedes. Conocí un hombre maravilloso, con el cuál formamos una familia, luego como una bendición llegó Patito… vuestro compañero de curso, él vino a llenar de felicidad nuestro hogar. Cuando mi niño tenía como 2 añitos de vida, estando la puerta abierta de nuestra casa, sin percatarnos salió hacia la calle. Cuando me di cuenta de ello, salí corriendo en el preciso momento en que venía un auto directo a atropellarlo. Sin pensarlo ni por un momento, salté sobre mi niño…El auto pasó sobre mis piernas, pero a mí “Patito” no le pasó absolutamente nada… Las secuelas de ese atropello están a la vista, pero lo que más quiero en el mundo está creciendo sanito…

 

Nunca nuestra sala de clases había estado con tanto silencio, sólo se escuchaban nuestros sollozos, no sé si por la historia de la mamá de “Patito” o por el remordimiento que teníamos de habernos reído de una de las mamás más valientes del mundo…

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