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La Televisión

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Relato del KIKE, un niño de 7 años en los años 70’.

Al llegar de la Escuela, mi mamá me estaba esperando afuera de la casa, en el tercer peldaño de la escalera; cosa que al tiro a mí me pareció raro, muy, pero muy raro. ¡Apúrate Kike! Me dijo ¡te tengo una sorpresa!, así que como una tromba marina entre a las casa, sin siquiera saludar a mi pobre mamá, que casi boté.

 

Al entrar al living vi una caja súper grande y cuadrada, de las que tienen los cuatro lados iguales, con una foto afuera de una tele… ¡Ábrela de una vez po` Kike!, gimió mi mamá, así que no quedó más tarea que poner manos a la obra. ¡Sí! era una tele… pero no tan grande, se parecía a esas naranjas que son pura cáscara y nada de naranja.

 

Mi tele era bien bonita y se ven los monos en blanco y negro y debajo de las perillas dice “Bolocco”. Ahora mi mamá mira a la “Coneja Serrano” y a “Pepe Guixe” en el programa “Puertas Abiertas” y luego una novela o comedia como le dicen los nortinos, de los “Hermanos Villena y de la Chepa Juana” toda la tarde… Y cuando se aburre, lee unas historias con fotos que se llaman “Corín Tellado”, que a mí no me deja ver porque los hombres se dan besos con las mujeres y me dice que soy muy chico para ver eso…Una vez en las noticias después de “Tevito”, salió el dueño de mi tele o el que era dueño de mi tele y se la vendió a mi mamá o sea el señor Bolocco, con sus hijas que son súper lindas, yo creo, bien de verdad, que están para Miss Chile y hasta para Miss Universo.

 

Después que mi mamá se cansó de ver tele, me preguntó si había hecho mis tareas y yo con los dedos cruzados detrás de la espalda le dije que sí, aunque eso no se hace, pero por ver la Pantera Rosa no importaba, total Diosito con 5 “Padres Nuestros” me perdonaba al tiro. Al rato de estar mirando “La Pantera Rosa”, me empecé a quedar dormido… como si alguien me dijera ¡Tienes sueño, mucho sueño, los párpados te pesan! No aguanté mucho rato y empecé a soñar y a pensar leseras.

 

Realmente que divertido son los sueños, porque como una magia del “Mago Merlín”, mi Tele Re- grande del señor Bolocco ya no está, ahora la reemplaza otra Tele larga, alta y súper flaca, como la hermana chica de la Kena y no más ancha que mi libro de matemáticas y que se llama “Plasma” y lo más increíble… todo se ve en colores. Ahora sé porque la Pantera Rosa se llama Pantera Rosa: es entera rosada o color princesa como dice la Javi. Es maravilloso ver a “la roja de todos” con su camiseta de color rojo, pantalones azules y medias blancas; y el Estadio Nacional completamente verde, porque antes de mi sueño, no me quedaba otra que creerles a pie junto lo que nos decían “Pedro Carcuro” y el “Sapito Livingstone” en sus relatos. Aunque aún sigo sin entender porqué cuando juega Colo Colo, se sigue viendo en “Blanco y Negro”.

 

 

 

Mi vecina y la TV.

 

Una historia escrita por la Kena Carrillo.

 

¡Vamos a ver el chavo del ocho! le dije a mi hermano y corrimos a la casa de la vecina. Era la primera persona de la población que tenía un televisor y para nosotros era lo máximo. Mirábamos la TV escondidos en la ventana desde afuera para que ella no se diera cuenta, porque si no, nos retaba. Sabíamos de memoria los horarios de “El Pájaro Loco” o “Los Picapiedras”, así es que nos apurábamos en hacer nuestras tareas, alimentar a los conejos y entrar astillas, pero como en invierno se oscurecía temprano, la vecina cerraba las cortinas y regresábamos a casa muy tristes sin saber en qué había terminado el capítulo del día.

 

Mi vecina era una “vieja chica”, arrugada y con una nieta de 9 años llamada Sara y que se creía el “hoyo del queque” porque su papá le había regalado una bicicleta nueva, tan brillante que dolían los ojos y ahora que tenía una tele grande, pero bien grande, era insoportable. Cuando no llovía, con mi hermano jugábamos en la plaza con nuestra bici destartalada, pero fiel, de nombre “CIC”. El problema es que acá en el sur llueve mucho y estar encerrados en la casa era muy aburrido.

 

Una tarde de esas largas, lluviosas y aburridas, golpearon a nuestra puerta. Mi mamá fue a abrir y dijo: “Kena te buscan”. Yo me quedé sorprendida ya que no tenía muchas amigas. Cuando vi que era mi vecina “pesada”, no supe que decir y me coloqué roja como un tomate. Ella dijo “¿quieres ir a ver tele conmigo?”, mi mamá que por suerte aún estaba ahí, me animó, me trajo mi parka y mi gorro. Caminamos rumbo a su casa, despacio y bajo su paraguas sin decir palabra.

 

La casa de Sary, (así le decía su abuela) tenía un olorcito rico, como a perfume y unos sillones grandes y bonitos, que al sentarse eran tan blanditos, que no daban ganas de pararse. La abuela nos sirvió galletas y leche con chocolate, estaba muy rica.

 

Sarita me contó que su mamá y su papá estaban muy lejos trabajando y que ellos estaban separados, pero que se preocupaban que a ella nada le faltara. Su abuela era muy cariñosa y las arrugas no era tantas como yo creía. Regresé a casa muy tarde, pero muy contenta con mi nueva vecina y amiga.

 

Desde ese día nos empezamos a juntar en su casa todos los días, a veces llevaba a mi hermano porque me reclamaba, pero yo prefería ir sola y sentarme con ella a jugar a las visitas, en esos sillones tan ricos y blanditos.

 

Jaime Bórquez Zúñiga.

 

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