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El cumpleaños de la Silvana (Relato de un niño de 7 años en los años 70)

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Ya estaba por terminar la última hora de clases cuando la tía Olga nos dijo que a medida que ella nos nombrara, es decir que cuando ella diga el nombre de cada uno de nosotros, nos paremos y pasemos al lado de su mesita. Uno a uno fuimos pasando todos y ella nos entregaba una tarjetita que leíamos en silencio… Las tarjetitas eran bien bonitas y afuera decían “Te invito a mi fiesta”, salía una torta, unos globos y adentro decía una fecha una hora y el nombre de la persona que invitaba, que era la Silvana, una de las chicas más linda del curso.

¡Se pasó la Silvana! nos invitó a todos, si po’ si es re-penca estar diciéndole a tus papás ¡éste sí, éste no! cuando uno hace su lista de invitados o si sólo te dejan invitar a tus amigos y los otros quedan picados y te miran con mala cara hasta que se olvidan… Bueno y también hay compañeros que su cumpleaños lo pasan como cualquier otro día, porque sus papás no se lo celebran o porque a veces a algunos adultos se les olvida cuando nacieron sus hijos.

Cuando llegué a la casa le di un beso a mi mamá y le mostré la tarjetita que llevé todo el rato en mi mano; ella la tomó y la leyó como raro, algo así como “… mmm” o sea, como diciendo puras letras M; la señorita Olga todavía no nos enseña a leer así.

¡Bueno!, me dijo, “tienes tu tenida nueva y el regalo lo pedimos a la cuenta en el almacén de la señorita Carmen”. No me dijo ni que sí ni que no, pero yo entendí al tiro que me estaba dando permiso para ir al cumpleaños.

Ir a un cumpleaños es como la única fiesta de “otros” que uno tiene en el año; además está mi cumpleaños, porque en mi casa me lo celebran. Después está “La Pascua del Conejo”, “La Pascua del Viejo Pascuero” y el “Desayuno de fin de año de mi curso” y pare de contar. Por eso hay que portarse bien, llevar un regalo y saludar a los adultos de la casa para que te inviten de nuevo o sino hasta nuevo aviso…

Por eso me gustaría que a los adultos se les ocurra inventar otras fechas para que los niños recibamos más regalos en el año, no sé, se me ocurre algo así como “El día del niño, del hijo, del sobrino o del ahijado”, “El día del hombre”, “El día de la mujer”, “El día de la mamá y del hijo”, “El día del papá y del hijo”, “El día del alumno”, “El día del profesor y del alumno”, “El día del No trabajo” y el día “Del amigo” entre otros; así recibiríamos muchos regalos, pero como a los adultos no se les ocurre nada, no creo que eso pase nunca.

La semana pasó súper rápido y llegó el gran día… Mi mamá me vistió con todas mis “pilchas” nuevas y me peinó bien “lengüeteado”, con una mezcla de jugo de limón, agüita y azúcar para que me quede tieso el pelo. Menos mal que en donde yo vivo no hay abejas, porque si no, estarían todas en mi cabeza que estaba entera dulce. El toque final de mi arreglada fue un poco de colonia inglesa de un señor “Atkinson”, que me puso por todos lados…Al fin me fui al cumpleaños todo azucarado y “Atkinsado”.

Al llegar, me recibió la Silvana, ¡se veía más linda!, con un vestido rosado que parecía una princesa y unos moños que tenían unas mariposas, que cuando se movía parecían que iban a despegar. También estaba su mamá que es re- linda, ahora entiendo por qué la Silvana es una de las más lindas del curso.

Su mamá me dijo “gracias por venir Kike”… Y yo al tiro pensé dos cosas: Una, que raro que me dé las gracias, si el agradecido tengo que ser yo porque a mí me invitaron; Y la segunda cosa que pensé fue: Si sabe mi nombre era porque la Silvana le había hablado de mí y eso sí me puso al tiro la piel de gallina.

El cumpleaños estuvo re-bueno, había hartos “kujenes” queques, galletas de colores y café, té, chocolate o bebidas en botellas chicas; La mayoría pedimos bebidas, porque eso sólo se toma en los cumpleaños y en uno que otro Domingo, porque los otro días puro juguito Yupi nomás.

La torta era bien grande y tenía 7 velitas, porque cada una significaba un año de la Silvana. Su mamá contó hasta 3 y todos como un tremendo coro cantamos “el cumpleaños feliz” cosa que a la Silvana casi hace llorar.

Después nos paramos todos de la mesa o sea de las sillas para ser más claro y nos fuimos al living. En un lado estábamos los puros hombres y en el otro las puras mujeres. El papá de la Silvana puso música en el tocadiscos…Y nadie se atrevía a sacar a bailar a las chicas, “que anda tú”, “no, tú primero”, “anda tú si eres machito”… Y las chicas se reían. Así estuvimos bien entrado el “Long play”, hasta que el “Guayo” sacó a bailar a la Silvana y ahí se armó la fiesta.

Jaime Borquez

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