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Día del padre

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Haciendo un poco de historia, sabemos que el primer día del padre se celebró el 19 de Junio de 1910 en Spokane, estado de Washington, Estados Unidos y fue la señora Sonora Smart Dodd la que propuso la idea de celebrarlo un año antes. La mencionada señora quería que existiera un día especial que honrara a su padre, Henry Jackson Smart, quien al enviudar se hizo cargo de criar y educar a sus seis niños.

En el año 1966 el presidente Lyndon Johnson declaró de manera oficial que todos los terceros domingos de Junio se celebrara el día del padre.

Dice el viejo adagio popular, que nadie nace sabiendo hacer algo y, que menos se estudia para ser Padre o que la escuela de la vida te enseña a serlo, sin embargo, para mí ha sido doblemente complicado al no crecer junto a uno.

No puedo decir que soy un “Papón”, ya que el mío siempre estuvo lejos, muy lejos. Muchas fueron las veces que lo esperé, sentado en la escalera de la casa de mi natal Osorno, a que llegará a mi cumpleaños, una navidad o alguna actividad del Colegio. Nunca llegó, jamás llegó. Sus razones habrá tenido, sin embargo no guardo ninguna gota de rencor por ello. También fueron varias las veces que lo disculpé con mis amigos, por algún viaje de negocios o algún familiar enfermo, hasta que decididamente acepté pertenecer al grupo de los que se crían sin un papá.

Con el pasar de los años , esos recuerdos se hacen más nítidos al vivir la otra cara de la moneda: la alegre tarea de ser Papá.

Cómo describir lo que sentí cuando por vez primera me avisaron que iba a ser padre, una felicidad tremenda, mariposas en la guata y una abeja en mi corazón. Sentimientos y sensaciones que día a día se mantienen al estar con mis niños, mis adorables angelitos. Ahora ya están un poco más grandes y gracias a Dios, atrás quedaron esos días de dormir poco, de hacer las papas, sacar los chanchitos, limpiar los vómitos y el mayor de los suplicios para un Padre… cambiar los pañales. Ahora los miro, ha pasado algo de tiempo y aún no me creo el cuento, ¡como han crecido!, ¡si hasta discrepan conmigo!, ya no soy la ley, ya no soy para algunas ocasiones su papito, su papi chulo o su papaíto, sino el viejo, el padre o simplemente Bórquez.

Felicidades a todo aquellos hombres que al igual que yo han sido Padres, a todos los Padres que al igual que yo, están en la agradable tarea de criar. A los Padres que no están, a los Padres que no quieren estar y especialmente a los Padres que no los dejan estar.

Jaime Bórquez

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