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La mejor herencia de mi madre….

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Si bien hoy en día nuestros hijos cuentan en mayor medida con ambos padres para ayudarles durante su crianza, en algún dilema o alguna preocupación, al final de cuentas resulta la misma ecuación, -papá y mamá no son la misma cosa- y siempre termina siendo la madre la que les ayuda a solucionar sus problemas.

Me declaro un “Mamón” por naturaleza, ya que pertenezco a un creciente número de personas que fueron o son criados solamente por sus madres, que en su momento se atrevieron a hacerlo pese al “qué dirán” de la sociedad o al estigma de ser “Mamás Solteras”.

Mi madre fue independiente toda su vida, y hace muchos años ya me habló de que sería lindo ver a los hombres ayudando en la crianza de los hijos y en las labores domésticas, porque sólo así, se entendería y valoraría en toda su dimensión el trabajo de ser madre, esposa y dueña de casa; eso sin contar que las mujeres hoy en día, necesitan cada vez más su espacio para salir a trabajar… Hoy le llamamos “Igualdad de Género”

Me enseñó a tratar bien a la gente, con amabilidad, respeto y cariño.

Aprendí de Ella dar y recibir afecto, a ponerme en el lugar del otro y no hacerles a mis amigos lo que no me gustaría que me hagan…Me enseñó a tener amigos. De seguro que nunca escuchó hablar de Daniel Goleman y su “Inteligencia Emocional “, sin embargo lo grabó a fuego en mi.

No recuerdo de alguna vez que me haya criticado o censurado, siempre se puso al lado mío para levantarme y elogiarme, para decirme “estoy orgullosa de ti”, “sigue adelante” o simplemente “en el otro partido jugarás mejor”… Un día me trencé a golpes con un compañero de curso al cual dejé un ojo enteramente morado, y mi madre insistió en que lo fuera a ver a su casa y le pidiera disculpas a él y a su madre.

– Pero, mamá, ni siquiera sé si me va a perdonar – exclamé.

-Ya lo sabrás, fue su respuesta.

De vuelta a casa me preguntó cómo me sentía. Recién ahí entendí la lección.

Siempre tuve los límites claros en cuanto a mis horarios, obligaciones escolares, entrenamientos y quehaceres domésticos. ¡Ay, pobre de mí! si osaba faltar a alguno de ellos, no podría practicar el Basquetbol, mi gran pasión.

Fueron varios los campeonatos provinciales, regionales o nacionales que me perdí por acomodar los límites a mi criterio. Sin embargo, a medida que fui creciendo, mi madre fue siendo más flexible y los limites se fueron ampliando, como los permisos para fiestas, las salidas con algunos amigotes o alguna polola que le presenté.

La confianza con mi madre era total, ya que su doble función de mamá y papá lo ameritaba. Con mucho orgullo recuerdo que abordé con ella los temas que para muchos aún siguen siendo complicados tocar con los adolescentes. Las drogas, el alcohol y la vida sexual a temprana edad, fueron temas tan normales como cualquier otro. No creía que hablar de estas actividades prohibidas era aprobarlas.

No necesitábamos a veces mucho tiempo para estar juntos, sin embargo nuestro espíritu juguetón, y las ganas de que alguna tarea escolar o doméstica se convirtiera en un juego, nos hizo pasar muy agradables momentos. Siempre me pareció divertido crecer con ella, sobre todo cuando fui más alto y podía cargarla en mis brazos…

Aún recuerdo lo que me dijo muy seria un día: “…Hijo, yo no estaré todo el tiempo contigo para vigilarte, ayudarte o aconsejarte, no te olvides que la vida muchas veces se parece a una jungla, sin embargo, hemos caminado mucho tiempo juntos y sé que siempre tomaras la mejor decisión…”

La Silvana me dejó el 10 de Mayo de 1996, sin embargo siempre vivirá en mí…

Jaime Borquez

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