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Crónica de una experiencia inolvidable en la golpeada Tirúa

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Con emoción y asombro arribamos a Tirúa, a eso de las 2:45 horas de la madrugada a bordo de dos camiones del Ejército y efectivos del Regimiento Maturana de La Unión, Cruz Roja Chilena de Lago Ranco, Canal Vecinal de TV y dos voluntarios del Cuerpo de Bomberos.

Nos internamos poco a poco en Tirúa, portando la carga de ayuda de Lago Ranco, cuando empezamos a sentir como la destrucción y la desolación se apoderaba de nuestros rostros.

Tirúa estaba dormida cuando llegamos, no había luz en el pueblo y sólo se nos acercó un contingente militar que pernoctaba en una escuela. Se trataba de efectivos del Regimiento Arauco de Osorno y del Regimiento Sangra de Puerto Montt, quienes a esa hora patrullaban las calles de Tirúa, producto del toque de queda. Fueron amables y nos invitaron a hacer nuestro campamento en un sitio eriazo contiguo a la escuela.

En tanto bajamos nuestras carpas pudimos sentir que el suelo se movía, pensamos en un primer momento que era la sensación del viaje pero el sub oficial del Arauco nos argumentó que la situación ahí es así y que constantemente el suelo de Tirúa se está moviendo.

Continuamos así un trabajo que se originó a 365 kilómetros de ese lugar, en la Región de Los Ríos, particularmente en la comuna de Lago Ranco. Con mi cámara y las baterías cargadas pude hacer las primeras imágenes del lugar sin tener más que unos cuantos metros de visual, pero sí una sensación rara por estar en un lugar quizá inseguro, por que no sabíamos para qué lado estaba el mar y a que altura estábamos nosotros de él. Mientras el militar nos daba las instrucciones de evacuación en caso de tsunami.

Poco pudimos dormir , pues en tanto nos acostamos cada uno individualmente sentía el movimiento de la tierra y sacaba sus propias conclusiones, así pasaban las horas  hasta que se ecuchó al lado mío las instrucciones que se le daba a un grupo de jóvenes soldados quienes se marcharon en una misión más al norte de nuestra ubicación.

Junto a tres instituciones que se realizan labores de ayuda en este tipo de catástrofe, como lo es Ejército, Cruz Roja y Bomberos, comenzaba mi trabajo de registro de esta importante misión. El sol dio sus primeros rayos y se hicieron las primeras gestiones para la entrega de la ayuda enviada por la comunidad de Lago Ranco.  Quidico fue el elegido, a medida que nos desplazábamos por la costa de Tirúa se nos despejaba la interrogante de la noche, pues era la destrucción en su magnitud, como un sueño, estábamos a ras del mar, en frente de nosotros sólo agua y el horizonte, paisaje controvertido que con sólo verlo nos explicaba el por qué de tanta destrucción.

La Entrega de la ayuda a un grupo de pescadores artesanales fue nuestro primer regalo, y digo regalo por el sólo hecho de ver las caras de las personas y de los niños que felices se nos acercaron. Ya para nosotros fue un regalo, si hasta el Gary bombero, con emoción me dice , “sabe… no me importó dormir mal y con frío, esto lo hago de corazón”. Eran 60 las familias que nos esperaban para tener comida y ropa; con la organización de trabajo de la Cruz Roja al mando de doña Silvia Martin y lo meticuloso de Hernan Arias, se entrega la ayuda directamente a los afectados, mientras bomberos y militares hacían lo suyo ordenando y descargando los camiones. En tanto, el cabo Torres enseñaba a los niños del lugar el funcionamiento de los camiones de Ejército, pequeños que con entusiasmo le decían a Torres que ya estaban listos para el servicio militar, sacándose fotos además con los soldados que nos acompañaban ( Baader y Lara ), mientras el Cabo Rubio con toda la pericia acomodaba su joyita, un Unimog 4×4.

Más tarde concluía nuestra misión en el sector de Tranaquepe, al norte de Quidico por la costa. En este lugar había el doble de gente que en Quidico, y esto producto de que las casa de Quidico a orillas del mar estaban vacías, pues su gente se albergaba en las zonas altas para no tener que perder a alguno de sus habitantes con alguna imprevista subida del mar. También agradecidos y emocionados recibían la ayuda en víveres y ropa.

Uno de los mayores impactos que me traje fue ver como el alcalde de Tirúa trabajaba manejando y cargando una camioneta con cosas de la Municipalidad, que fue destruida totalmente por el mar, junto con la Tenencia de Carabineros y prácticamente todo el sector bajo del pueblo. Tratamos de conversar con este señor, quien como una máquina hacía cosas y no paraba de hacerlas,  sólo las hacia. Era un hombre de pocas palabras y de una actitud curiosa, iba y venía como eludiendo conversar con la gente;  «manteniéndose ocupado lograba no atender a nadie», fue lo que argumentó uno de sus funcionarios cuando le preguntamos si podríamos hablar con él para presentarnos y protocolizar nuestra ayuda. Nos dijo, » es difícil porque desde el día del terremoto no le da entrevista a nadie y menos a los medios de comunicación que lo han querido entrevistar, sean grandes o chicos. Él sólo ha estado haciendo cosas como una máquina, no para».

Trataré de graficar esta experiencia con lo que sé hacer: un pequeño reportaje de lo que viví y lo que pude registrar en mi videocámara. Quizá, para los chilenos afectados fue muy traumático vivir una situación de esta magnitud, digo esto para justificar el cambio de actitud de las personas y ver la vida desde otro ángulo;  saber que al lado tuyo tienes a alguien y lo único importante es valorar que lo tienes cerca, que no importa si es blanco o es negro, si es de este partido o del otro, si es civil o es militar; sólo aceptar que somos todos iguales y que Chile ya no es el mismo después del 27 de Febrero del 2010.@ER

Gonzalo Delgado M.

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