spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

La patada del Diablo – El Diablo en el Fuerte de Corral

spot_img

corral

31 diciembre 2017.- En base a la recopilación realizada por Aurelio Díaz Meza

Publicado en El Correo de Valdivia 1941-08-10

Alrededor de la construcción de esta fortaleza se han formado curiosas tradiciones, una de las cuales recogí hace muchos años, de boca de una anciana de ochenta años más o menos en Corral Viejo.

No tiene gran importancia la tradición, pues como veréis, es vulgar en casi toda obra grande que se ha hecho con los siglos pasados.

Bendijo la primera piedra del fuerte del Castillo el capellán Camus Ayala, con gran pompa y aparato, allá por el mes de Noviembre o Diciembre de 1676 y fue colocada junto a un pergamino, en que consta la solemnidad de la ceremonia “en punta que da a mar del lado norte de la fortaleza”. Presidio el acto el Capitán Martos, en su calidad de Gobernador Militar; y con tan fausto motivo perdono la pena de 100 azotes a que estaban condenados cinco soldados por delito de insubordinación.

Al día siguiente con el toque de diana empezaron los trabajos con gran actividad. Toda la guarnición, en numero 200 y tantos hombres, se empleo en los distintos oficios, ya sea cantear piedras, fabricar ladrillos, preparar mezclas, etc. El Gobernador en persona dirigía los trabajos y alentaba con el ejemplo y con la palabra la acción de los operarios, ofreciéndoles además gratificaciones y ascensos.

Un buen día apareció en el trabajo un individuo desconocido: alto, macizo y feo COMO UNA PATA EN LA BOCA DEL ESTOMAGO, me dijo mi informante.

Los soldados lo acosaron a preguntas, pero él contestaba en un idioma ininteligible. Dieron parte al Capitán, quien después de interrogarlo quedó tan ignorante como los soldados, de la persona del advenedizo, quien contestaba con sonidos guturales y con ademanes que indicaban que sólo deseaba trabajar y comer. Hacía falta gente y el hombre era comedido y de buena voluntad, de manera que fue aceptado sin mayor obstáculo, creyéndosele indígena. Terminado el trabajo de la tarde y después de recogida la ración, el extraño obrero desaparecía por las quebradas y no volvía hasta el día siguiente, en que con regularidad se presentaba a continuar el trabajo.

Lo que a él se encomendaba progresaba como la espuma y mientras cualquier soldado cortaba en un día 100 ladrillos, por ejemplo, el aparecido presentaba 500. Con estos antecedentes, no fue raro que llamara la atención de los jefes y que procuraran interesarse por él.

El Capellán recibió el encargo de enseñarle a hablar y la doctrina cristiana: pero cuando quiso empezar sus conferencias, después de la cena se encontró el buen domínico con el neófito, siguiendo la costumbre, se había internado en la montaña.

Al día siguiente ocurrió igual cosa y entonces el Capellán dio orden de que fuera vigilado y se le detuviera cuando quisiera marcharse. A pesar de la vigilancia, el “aparecido” desapareció como si se le hubiera tragado la tierra. Éste hecho sobresaltó los ánimos desde Capitán a paje, y al día siguiente y con reservas, Martos ordenó a dos soldados que nos se separaran del neófito y que cuando emprendiera retirada se lo impidieran.

Los soldados cumplieron con su cometido. Cuando el aparecido recibió su ración, se fue retirando del corrillo con disimulo y quiso meterse en el socavón de una casamata: pero los soldados lo sujetaron cada uno de un brazo. Forcejeo el hombre e hiso rodar por los suelos a sus aprehensores. Estos gritaron y se arremolino la gente; al verse acosado el aparecido grito en magnifico idioma español, que por cierto dejo pasmados a los castellanos.

  • Sois unos desgraciados: estoy ayudándolos y me ofendéis.
  • Pero… balbuceó un valiente, ¿Quién es vuestra merced?.
  • Soy el Diablo… rugió el neófito al padre Camus.

Un chorro de agua helada no habría hecho el efecto que hicieron las palabras del Rey de los abismos, quien a pasos largos y majestuosos atravesó por entre o sobre los espantados españoles.

Al llegar cerca de un horno donde había un cañón de tres metros de largo que había sido fundido días antes, el extraño personaje se volvió hacia el amedrentado grupo de soldados y rugió:

  • ¿Veis este cañón?, Idlo a recoger a la Isla Mancera.

Y tomándolo por la perilla trasera le dio dos vueltas en el aire antes de lanzarlo a los espacios.

Pero cuando el potente brazo infernal iba a soltar la mole, la perilla no resistió y el cañón cayó al suelo, quedándose el Diablo con la perilla en la mano.

En ese momento apareció el Capellán, que había sido avisado de lo que ocurría; y con la caldereta de agua bendita y empuñando el hisopo se fue sobre el Diablo gritándole el consabido “VADE RETRO”.

Es sabido el horror que tiene el espíritu infernal al hisopo de agua bendita, de manera que tan pronto como divisó el aparato en manos del Capellán, perdió sus bríos y no le quedo remedio que él muy vulgar de la fuga.

Atravesó la terraza del fuerte dando alaridos, COMO SI LES ESTUVIERA SACANDO MUELAS, según mi narradora, y desde el bastión se tiro a la playa cayendo sobre una roca. Al caer dejo estampado su pie sobre la piedra.

Los visitantes del fuerte de Corral pueden ver la PISADA DEL DIABLO que ésta en una de las rocas a la izquierda del socavón de salida a la Playa.

También se podía ver hace años, el cañón de marras, sin perilla trasera, quebrada por Satanás, cuando quiso demostrar la potencia de su brazo. Estaba sobre la terraza al extremo sur, junto a una almena de artillería.

spot_img

MÁS NOTICIAS

spot_img