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Tratamientos de salud mental y trabajo

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Por Patricio Labatut, gerente general Global Partners

La Superintendecia de Seguridad Social publicaba la semana pasada el ranking de licencias médicas de 2015, con las afecciones de salud mental a la cabeza, con un 18%. También saltaba a comienzos de semana la noticia del hurto de Carla Ballero en una tienda, presuntamente bajo los efectos del tratamiento que sigue para la depresión o el supuesto trastorno bipolar que padecería, según se ha especulado hasta ahora.

Cuando hablamos de estas enfermedades, hablamos de tratamientos con fármacos que, efectivamente, puede influir en el comportamiento de las personas. ¿Pueden entonces estas personas desarrollar cualquier tipo de tarea? ¿Qué habría pasado si Carla Ballero, u otra persona bajo estas condiciones, hubiera estado manejando un bus escolar o un camión minero, o pilotando un avión? La ACHS afirma que casi un tercio (29,4%) de los accidentes laborales en Chile se producen por positivo a drogas o alcohol. Además, según el último informe de la OMS, Chile es el país con los más altos niveles de depresión del mundo: 17% de los ciudadanos la sufren, y lamentablemente escuchamos casos frecuentes de intentos de suicidio entre gente joven.

Como empresarios no podemos dar la espalda a un hecho latente en muchos rubros de nuestra sociedad, presente en distintos niveles, desde gerenciales hasta operacionales.

Permitamos que nuestros empleados se acerquen a contarnos sus problemas e introduzcamos programas en nuestras compañías para mantener espacios de trabajo libres de drogas, sean estas drogas lícitas, recetadas por un doctor, o ilícitas.

Hechos como este nos dejan de manifiesto que un tratamiento de esas características inhabilita a las personas para ciertos trabajos y puede poner en riesgo la vida del trabajador y la de quienes le rodean.

 

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