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Puente Cau-Cau: un problema de herencias

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Por  Bernardo Berger Fett, Diputado. 

Hace días el ministro de Obras Públicas aseguraba que los traspiés del puente Cau-Cau eran problema heredado. Me van a perdonar los lectores, pero le encuentro toda la razón, aunque  olvidó precisar que la herencia pertenece no a uno, sino a varios gobiernos que desde el 2005 vienen haciendo las cosas mal.

Es herencia del Presidente Lagos que el 2005 hizo una licitación tan inviable que quedó desierta por ventanilla. Es herencia de la presidenta Bachelet que en su primer gobierno contrató las ingenierías a la inmobiliaria CICSA, la que a poco andar desapareció del mapa, para que la administración Piñera construyera con información equivocada. Y es herencia del actual que en medio de incógnitas e irregularidades en dos años no puede resolver el impase, abusando peligrosamente de la paciencia de los valdivianos.

Espero equivocarme pero todo indica que tenía razón cuando hace un año sostuve que el puente terminaría heredándose a un próximo gobierno. Porque hasta ahora mucho ruido y pocas nueces.

Hace unos días nos enteramos de nuevos pagos mal habidos: 1.300 millones de pesos que se suman a otros 1.800 millones que la cartera debe restituir desde el año pasado y que siguen pendientes. Entretanto, el MOP no consideró recursos en el presupuesto 2016 para terminar el puente, porque estimó que podía cargarlos a los fondos de emergencia, como si en Chile no ocurrieran sismos, tsunamis, anegamientos, aluviones, marejadas ni erupciones cada año.

La otra fuente con que el MOP terminaría la obra eran las garantías de la empresa, documentos que como bien se sabe al día de hoy, siguen retenidos en el proceso judicial entre las partes, y sin muchas luces de resolverse pronto.

Con esto a la vista, se espera dentro de los próximos días la presentación de un nuevo avance anunciado con bombos y platillos por el ministro Undurraga, pero que en la letra chica no pasa de ser más que otro anteproyecto bastante lejos de llevarnos al campo de las obras concretas.

En este escenario, cada día soy más convencido de verdad de las afirmaciones en cuanto a la sucesión de herencias en torno al viaducto, mientras lo verdaderamente importante para los valdivianos, la conectividad sin hipotecar la navegación, sigue en un segundo plano.

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