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¿Quién dejó la retroexcavadora prendida en La Moneda?

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Por Bernardo Berger Fett, Diputado.

Las reformas fueron caballitos de batalla de campaña del actual gobierno: todo estaba mal y por tanto había que cambiarlo todo. Que Chile era un país con mucha plata y que había que gastarla.

Cómo han cambiado las cosas. Hoy el mismo Gobierno está inmerso en un recorte fiscal sin precedentes para que la caja cuadre tras tanta reforma. Es decir, prometieron lo que no tenían y el bolsillo no da para más.

Nadie razonablemente se opondría a que los chilenos tengan mejor educación, salud, un ambiente laboral más grato y justo, un sistema político más representativo. Incluso, pagar un poco más de impuestos si eso va a incidir en una mejor calidad de vida.

El problema por tanto no surge en la necesidad de introducir cambios, sino en la forma en que éstos se han venido implementando, con proyectos de dudosa calidad, hechos a la rápida y sin mayor reflexión, con falta de consensos, con malos cálculos económicos y, lo más grave, sin garantías que efectivamente vayan a hacer lo que prometen.

Ya lo hemos vivimos con la Reforma Tributaria que está encareciendo duramente la vida de la clase media y a la que al poco andar hubo que hacerle una reforma a la reforma porque estaba mal calculada. Similar pasa con la gratuidad de la educación que más que gratuidad, ha terminado siendo nada más que un reforzamiento del sistema de becas para un segmento pequeño de universidades.

En el sistema político no es distinto. Personalmente me opuse al aumento de parlamentarios porque derechamente no se justifica, es un tremendo gasto para el Estado, en medio de un descrédito generalizado de la praxis y de los partidos. Aun así se aprobó y se aseguró que no costaría ni un peso extra, pero ya vemos que el déficit proyectado estimado para aplicarla no baja de entre los 11 mil y los 13 mil millones de pesos al año.

Ahora el gobierno nos enfrenta a otra reforma de las mismas: la Laboral. Propuesta que de reforma tiene bien poco porque en vez de propiciar una relación moderna, lo que hace es retrotraernos a Chile de los sesenta; más doctrinaria que técnica, desconoce la diversidad productiva nacional y la necesidad de equilibrio y colaboración entre trabajadores y empleadores; que así como está planteada, amenaza severamente la supervivencia de las pequeñas y medianas empresas que, mal que mal, representan cerca del 90 por ciento del trabajo en el país.

En síntesis, ante tanta reforma a locas, tanta caída en las encuestas y tanto afán de borrar lo que hizo el anterior gobierno, queda la sensación que a alguien en La Moneda se le quedó la Retroexcavadora prendida y está salpicando tierra en el propio establo.

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