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Los fantasmas del deporte

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07 mayo 2015. Recuerdo que en una cancha de baby fútbol, donde por años fuimos a jugar generosas pichangas con amigos tratando de mostrar nuestro talento o ganas, siempre es difícil combinar ambas características-, había un letrero que decía: “Todo caballero no necesariamente es un deportista, pero todo deportista debe ser un caballero”.

Siempre me quedó dando vuelta esta sentencia, que parece sacada de manual de Carreño o consejo de abuelo. Pero debe ser una de las verdades más claras que se puede establecer, si nos remitimos al origen de la actividad deportiva.

¿Se han fijado cuando se habla del tenis como un “deporte de caballeros”? ¿No les parece una redundancia brutal, si por esencia el deporte es una actividad que, justamente, se basa en el respeto y la decencia en el actuar?

Si pensamos más a fondo, esto seguramente nace para diferenciarse de otros deportes donde con el tiempo, se comenzaron a olvidar los valores fundamentales y se empezaron a hacer y decir brutalidades, y mucho peor, a justificar sandeces.

Lo ocurrido en el Bicentenario Nelson Oyarzún de Chillán, cuando el DT del descendido Cobreloa Marco Antonio Figueroa, hizo que su equipo no saludara a sus rivales y, tras irse expulsado, tomara un micrófono para insultar a un dirigente, es una prueba de que el fútbol –aunque no es la única disciplina– muchas veces se aleja de los principios básicos del deporte.

Pero peor aún que las actitudes del “Fantasma”, es cuando mucha gente –sobre todo vía redes sociales– justifica la actuación de este u otros entrenadores, arguyendo que “el fútbol debe vivirse con pasión”, “es parte de la calentura del momento” o la explicación más repulsiva de todas: “Es que dice las cosas como son y de frente”.

Me gustaría que alguien me dijera que el tenis no se vive con pasión, que el automovilismo no se lleva en la sangre al mil por ciento, que el vóleibol o el básquetbol no se juegan con intensidad o que en el rugby no se lucha con todo (tanto que se le califica como el “deporte de villanos, jugado por caballeros”).

En nombre de la pasión y de ganar a cualquier costo, se han cometido y se siguen haciendo las estupideces más grandes. Los deportes –y el fútbol, al ser uno de los deportes más populares, deben ser una fábrica de buenos ejemplos, una máquina generadora de conductas, una fuente de valores positivos y, sobre todo, un vehículo de educación para la sociedad.

¿Qué ejemplo les estamos dando a los jóvenes con actitudes como las de Marco Antonio Figueroa? Los niños y jóvenes que juegan en divisiones inferiores de Cobreloa y los otros equipos, con razón podrían pensar que lo que hace el DT del primer equipo está bien y que la base del deporte es la ordinariez y la falta de respeto al resto. Cualquiera puede ser entrenador, pero muy pocos están capacitados para ser líderes, y es ahí donde está el desafío.

El riesgo que estos peligrosos fantasmas se apoderen del deporte, es que se pierda el sentido más básico de su existencia. Entonces, pasaría a ser una mera expresión del salvajismo y no una vía para recordarnos que somos seres humanos que debemos tener respeto y tolerancia como la gran base para vivir en comunidad.

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