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Una mirada distinta sobre la violencia intrafamiliar

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   Por Eliana Angulo Carrasco y Francy Gómez Gómez

Abogadas y candidatas a Master en Criminología, Seguridad y Política Criminal por la Universidad de Barcelona.

 Al hablar de violencia en la pareja, de manera inmediata y por regla general nos imaginamos a la mujer como víctima y al hombre como agresor. Pero, ¿qué pasa con las agresiones de forma inversa, donde el hombre es víctima? ¿o las agresiones existentes entre parejas del mismo sexo? Creemos profundamente en la necesidad de ampliar  la mirada, dejando de lado los sesgos y prejuicios que lamentablemente se han apoderado de nuestra sociedad. El seguir tratando a la mujer como víctima, de la forma en que se está haciendo, muchas veces la hace sentir victimizada e incapaz de poder sobrellevarlo, produciéndose una  negación a sí misma de ser capaz de superar lo vivido.

El trabajo que se realiza con víctimas de estos delitos debería enfocarse en empoderarlas, entregándoles mensajes y herramientas que les permitan comprender que podrán enfrentar de una manera distinta su futuro, y para ello  es fundamental trabajar coordinadamente  para poder proveerles de la ayuda que necesitan. Muchas veces, la solución más práctica que se ve es instarlas al abandono de la relación acompañado con una denuncia, sin pensar que para que esas decisiones se mantengan es necesario  obtener apoyo familiar y psicosocial, incluyendo la oportunidad de un trabajo en caso de carecer de este.

Creemos que las mayores víctimas de las relaciones de parejas violentas son los hijos, ya que ellos son los que presencian el maltrato que se genera en su familia, son los que sufren directa o indirectamente cada episodio de agresión, los cuales, en gran medida, marcarán un precedente importante en su adultez. Algunas veces pueden tornarse violentos para intentar solucionar sus problemas, pues  han aprendido esta conducta de la forma en que se comportan los adultos. Igualmente, es habitual en los adolescentes comenzar a formar parte de grupos, los que, en general, tienden a llevarlos a consumir alcohol y otras drogas.

De acuerdo a la Sociedad Española de Psiquiatría, los niños sufren daño emocional por distintas situaciones, algunas de ellas son: ser víctimas de abuso, ser testigos de que otros miembros de la familia lo sufran, falta de cuidado por parte de sus progenitores, entre otros.

A pesar de todo ello, lamentablemente se percibe que a nadie le importa. Sin embargo, cuando esos niños en la etapa más compleja de toda persona -la adolescencia- tienen conductas reprochables, es fácil escuchar la opinión ciudadana pidiendo la sanción más drástica para ellos, tachándolos como delincuentes incapaces de poder ser parte de una  sociedad, y más aún, acusándolos de poner en peligro el bienestar de esta. Hay que tener presente que en muchas ocasiones el menor repite el patrón vivido en su casa, pero en otras repudia tanto lo sufrido que trata en su adultez de no repetir los errores que cometieron sus padres con ellos.

Generalmente se cree que el sistema judicial es la mejor vía para solucionar una situación de violencia intrafamiliar. Estamos de acuerdo en que es parte del proceso, pero no es suficiente por sí solo, ni tampoco la única salida , pues muchas veces la víctima desea continuar con esa relación y nadie tiene derecho a juzgarla ni condenarla por ello. Si se desea ser realmente una ayuda para la víctima, la forma sería convertirse en factor protector capaz de brindar apoyo y contención. Tal vez por sí misma pueda tomar la decisión de abandonar dicha relación o continuar en ella pero de una manera distinta, pues, finalmente lo que es normal para uno no tiene por qué ser normal para otro. Y mientras más voluntaria y decidida sea la opción de abandono por parte de la víctima, es más probable que esta se mantenga en el tiempo.

Muchas veces la falta de profesionalismo, capacitación y herramientas de los equipos que trabajan con esta temática produce victimización secundaria más potente , y solo sirve para que la victima regrese con su pareja y soporte mayores agresiones, negándose a buscar nuevamente ayuda porque todo lo encontró inútil o más perjudicial, lo que -de paso- expone a los más vulnerables, que son sus hijos. En este sentido,  ambas como abogadas, estamos completamente seguras que la labor que realizan nuestros colegas durante el proceso judicial y de reparación debería desarrollarse con mayor empatía y no actuar como si fuera cualquier caso, donde es indiferente la forma de su término.

Para concluir, quisiéramos hacerlo con una frase de Oliver Pérez, que dice:

“Educad a los niños y no tendremos que castigar a los hombres”.

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