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Baile de Máscaras

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Por @mefaltaelaire

 Que somos los reyes del eufemismo en nuestro país está claro. Pero es insólito el extremo al que han llegado los políticos  para no decir lo que piensan realmente, no mostrar quiénes son ni reconocer a qué  parte del espectro político pertenecen.

Cada cierto tiempo los analistas políticos, sobre todo cuando hacen proyecciones electorales, hablan de los “tres tercios”, que es la proporción en que en general a lo largo de la historia se han dividido los votos en Chile entre centro, derecha e izquierda. Y no sé por qué siguen hablando de eso, si  al parecer  ya no queda nada, desaparecieron los tres tercios, se hicieron polvo. Hoy prácticamente todos son de centro: o centro-izquierda, centro-centrado,  centro-derecha y la última joyita: el centro social… ¡Y pensar que todos se reían del “centro-centro” del Fra-Fra hace algunos años! (He estado pensando cuál es mi tendencia y creo que soy centro-leninista).

Máscaras, disfraces y eufemismos; cambios de colores, logos y frases de campaña, vueltas de carnero, triple mortal en el aire y todo tipo de mimetizaciones. Todo lo que sea necesario para que el lobo parezca oveja. Todos apiñados bien al centro, pegándose codazos, tratando de botar a los contrincantes a cada lado. Mientras, nosotros miramos consternados tratando de dilucidar si realmente estos personajes piensan que nos engañan, si son tan soberbios y nos creen tan estúpidos.

Los de la derecha dura quieren esconder y disimular su ADN golpista. Longueira puede ir a celebrar los We Tripantü que quiera y seguirá siendo de derecha, ultra conservador, clasista y racista.  Allamand puede ir a comer unos porotos esmirriados a un barrio de clase media y jugar a ser pobre, pero con eso sólo logra verse patético.

Conservador es también Claudio Orrego, el del  centro-centrado que milita  en el Partido Demócrata Cristiano, partido donde no quedaría casi nadie si se sinceraran y se fueran donde tienen realmente su corazoncito: muchos a la UDI y RN y otros a los partidos de izquierda, perdón… centro-izquierda. Orrego  es de derecha, ¿lo duda alguien? Es cuestión de escucharlo hablar, no más.  ¿Qué diferencia real hay entre él y Allamand?

¿Y Bachelet? Cuando dice que es de  izquierda, la recuerdo feliz al lado de Horst Paulmann reinaugurando el Costanera Center, pienso en los pingüinos engañados, en el Transantiago y el sufrimiento que produjo y sigue produciendo, sobre todo a los más pobres. Pienso en sus cuatro años de gobierno donde no hizo nada para que no se siguiera consolidando el modelo  y profundizando la desigualdad. Pienso también en su ministro de hacienda y su insensibilidad absoluta frente a temas como el 7% de los jubilados. Jamás la he culpado del 27F y me molestan  las críticas destempladas y muchas veces sexistas que le hacen, pero eso no la convierte en lo que no es y ¡No! Ella no es de izquierda, definitivamente no.

Y hablando de izquierda, ¿Qué tiene Andrés Velasco de izquierdista? Lo mismo que Allamand o Longueira: absolutamente nada, ¡Ah! Pero tiene estilo, si hasta cerró su campaña en el Bar The Clinic.

Cuando pasen las primarias y  los candidatos a la presidencia de la república tengan que presentarse ante nosotros vamos a ver qué sacan de sus sombreros de mago, me muero por ver sus performances para convencernos que no son lo que son, sino lo que creen que nosotros queremos que sean.

Quizás cuántas  variantes  más de centro  vamos a conocer de aquí a noviembre: faltan el centro-progresista, el MEO-centro o Yoyo-centro, el centro-verde y capaz que aparezcan un Centro Patriótico Manuel Rodríguez o un Movimiento de Centro Revolucionario, etc. etc.

Y no se dan cuenta que a esta altura lo que más valoramos y esperamos los ciudadanos es que nos gobiernen personas honradas y consecuentes,  que reconozcan que el hombre es primero. Que la economía no es todo.  Porque la verdad es que le temo más al Dios Mercado de los economistas como Velasco, que al Dios celestial del candidato del centro social.

Pero si no son capaces de reconocer ni siquiera lo que ellos son y representan, ¿podemos esperar que tengan el interés o la sensibilidad de entender lo que nosotros queremos?

Ojalá tengamos una real campaña política de aquí a noviembre y no un maravilloso baile de máscaras, donde nadie sabe quién está detrás.

 

 

 

 

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