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La relación tripartita entre las empresas, municipalidad y comunidad

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Si analizamos las bases de cualquier tipo de proyecto en el ámbito social y/o económico, se evidencia claramente que la mayoría de las iniciativas buscan privilegiar las diferentes vinculaciones que se pueden generar para llegar a la concreción de uno o varios objetivos. Tales vínculos, se centran en una lógica de asociatividad que lleva consigo el concepto denominado sinergia (o sinergía como diría el experto en desarrollo local Sergio Boissier, para darle un mayor énfasis al concepto), que básicamente esta relacionado con el aporte que pueden hacer varias posturas para un mismo problema, pues de esta forma es posible encontrar varios ejemplos cotidianos que se refieren a la sinergia, como cuando dicen dos personas piensan más que una, mientras más visiones mejor conclusión, que el aporte de las partes es mucho más que la simple sumatoria de las mismas, en fin, en general lo que se trata de resaltar con este tipo de ejemplos, son los beneficios que se pueden obtener con las relaciones, interrelaciones, multirelaciones y transrelaciones entre las partes, donde estas últimas tienen un sentido un poco más profundo en la intervención entre los involucrados que componen un sistema de relaciones que entran en el campo de la complejidad.

Sin embargo, en esta instancia vengo a plantear algo mucho más pragmático y fácil de digerir, que trata sobre la relación entre tres componentes fundamentales de una localidad (entendiendo la localidad como un espacio territorial donde se desarrolla una comuna), en la cual entran el municipio, la empresa privada y la comunidad, siendo entes intervinientes que tienen la posibilidad de colocar sobre la mesa una estrategia relacional que ciertamente podría aportar al desarrollo de una ciudad o comuna.

En primera instancia, para testear y garantizar una buena relación entre los actores mencionados anteriormente, es necesario trabajar en un ambiente de confianza y sin prejuicios, lo que ya es difícil, porque no podemos negar que en este escenario son inevitables los estereotipos que se encuentran arraigados en la esencia de esta relación. Ejemplo de ello, puede ser cuando hablamos de la empresa como un ente que fija su atención centrada básicamente en las ganancias de la misma, en el caso de la municipalidad, que muchas veces es vista como un ente burocrático que todo lo relaciona a la política y que soluciona sus problemas entregando beneficios y bonos directos de forma ligera, pero que no soluciona los problemas realmente de fondo o lo que ocurre con la comunidad, que fundamentalmente está relacionado con conflictos ciudadanos, requirente permanente de múltiples necesidades. En fin, son muchos los estereotipos que se pueden apreciar con estos tres actores, pero esto justamente es lo que se debe mejorar, pues no es posible avanzar sobre la base de la desconfianza, entonces se debe propender a generar puntos de encuentro que donde se cree espacios de diálogos que lleven a una ansiada apertura para realizar acciones concretas y buscar modelos de buenas prácticas que lleven a pensar una relación que beneficie a cada uno de los actores.

Todo esto se puede enmarcar en lo que se conoce con el concepto de la Responsabilidad Social, lo cual es un concepto instalado desde hace ya un tiempo, pero se encuentra un tanto manoseado, es decir muchas empresas e instituciones lo colocan como bandera de lucha, para mostrarse ante la comunidad u otro actor comprometidos con el entorno, pero lo que realmente hacen es ejecutar una acción concreta, asistencialista y de corto plazo. Pues esta mal llamada responsabilidad está asociada más a un concepto de marketing barato, pero quienes aplican verdaderamente la responsabilidad social saben que es un concepto mucho más complejo y comprometido, que conlleva el reconocimiento de un entorno amplio, diverso, que no tiene fronteras y que no basa su filosofía de trabajo en un fin en si mismo, sino que se preocupa de las causas y efectos de las acciones que trascienden en su entorno.

En consecuencia, para avanzar hacia una relación madura es fundamental pensar en la permanencia de la misma, pues en la actualidad efectivamente podemos encontrar que existen experiencias de coordinación entre entes públicos y privados, pero sólo se entrelazan para firmar algún acuerdo esporádico, con un objetivo concreto, que generalmente es de corto plazo, un ejemplo puede ser cuando se forman los famosos comités, ya sea de vivienda, de pavimentación participativa de una calle, o atender una emergencia en particular, etc. Sin embargo, para garantizar la existencia de una vinculación realmente benefactora, se necesita generar acuerdos permanentes (lo que en gestión se denomina la implementación de estrategias vinculadas a un ente global y al largo plazo), entre los actores involucrados en esta columna, esto constituye la única forma de generar el llamado “Capital Social”.

Junto con establecer una relación seria y permanente entre los actores, es prioritario garantizar que dichos acuerdos firmados se realicen sobre la base de una intención por institucionalizar dichas relaciones, independientemente que es obvio que la decisión de establecer una vinculación se realiza mediante intencionalidad ya sea de las autoridades, los dirigentes y/o gerencias de una entidad, se pueden tomar acuerdos que puedan trascender la mera existencia de los tomadores de decisiones, renovando el compromiso de forma periódica para ir agregando o sacando algunas vicisitudes que se van dibujando en el correr del tiempo en dicha relación, pues ahí el dicho popular y muy cierto “las personas pasan y las instituciones quedan”.

Otro punto importante a considerar es reconocer que los actores, ya sea empresa, municipalidad y comunidad representan una abstracción donde prima la diversidad, pues en la misma localidad se encuentra una municipalidad, algunas empresas y muchas comunidades que conviven desde hace mucho, en el mismo vecindario, pero que poco sabe la una de la otra, por tanto, esta es la instancia de reconocer su natural origen desde la heterogeneidad, para caminar hacia la convergencia de puntos de encuentro que planteo al principio. Entonces, partiendo desde la base de que lo básico que comparten es el territorio, se pueden buscar otros puntos de encuentro de carácter intangibles que tengan en común, tales como una historia, algún tipo de liderazgo o experiencias de emprendimientos, y lo más importante es forjar una proyección concreta mirando hacia el futuro de la comuna o ciudad.

Ciertamente existen otros actores que pueden contribuir de manera positiva a este tipo de alianzas tales como las universidades, organizaciones de base, ONGs (Organizaciones No Gubernamentales), donde todas ellas cumplen un papel fundamental a la hora de darle cuerpo a cualquier tipo de alianza, que puede ser incluso complementarias, lo importante es reconocerlas como facilitadoras en términos de información, implementación de nuevas metodologías, motivación a generar cambios, en fin, todos estos atributos ayudan a legitimar socialmente este tipo de alianzas, lo cual debe tener implícitamente un fuerte componente participativo en post de realizar acciones concretas y perdurables en el tiempo.

En suma, resulta de gran relevancia plantear diferentes tipos de alianzas, para aportar con el desarrollo local. Para ello, es necesario partir con la desmitificación de los prejuicios que se presentan frente a los actores que interactúan, reconociendo que cada uno tiene su legítimo rol en la sociedad. El realizar este tipo de alianza le daría un sello de Responsabilidad Social de forma transversal a los intervinientes beneficiando la posición de cada uno de ellos (la municipalidad, la empresa y la comunidad). Todo esto puede sonar muy interesante, pero para concretarlo, es necesario encontrar un liderazgo que tenga la voluntad de crear lazos que fortalezcan la institucionalidad local.

 

Guido Asencio Gallardo

Académico Universidad de Los Lagos

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